Los orígenes de la Alegre Cofradía podrían muy bien remontarse al siglo XVIII en el  reinado de Carlos III de España,  pues según la tradición popular, en Madrid, Villa y Corte de la época llegó una partida de pescado podrido a los mercados,  provocando el consiguiente hedor en toda la ciudad.      

Para atajar este problema el rey publicó un edicto ordenando el entierro de dicho pescado en la ribera del río Manzanares.


Esta explicación transmitida de generación a generación no es del todo cierta, pues lo que sí se enterró, y está datado, fue una partida de cerdos contaminados con la peste, enfermedad que por aquella época diezmaba drásticamente cualquier población.


Aunque parezca extraño, si existe una relación entre los cerdos contaminados y la sardina, y es que todos los aparceros, braceros o asalariados de oficios, tenían derecho a 10 minutos de almuerzo dónde se comía un triste pedazo de pan con un trozo de tocino o panceta. Esta tira de tocino, popularmente se la llamaba Sardina, y de ahí seguramente nace la tradición que ha llegado hasta nosotros.


El lugar exacto del enterramiento no esta concretado a ciencia cierta, pero seguramente fuese cerca de la actual Fuente de los Pajaritos en la Casa de Campo, enclave donde todos los años de las últimas décadas llevamos a cabo el final del  Entierro de la Sardina.


Estas escenas populares, divertidas y sarcásticas ya fueron plasmadas por el insigne pintor Francisco de Goya y Lucientes, (a la sazón primer cofrade honorífico de esta cofradía) que a través de su pincel se convirtió en el mejor cronista gráfico de la época y en su cuadro titulado “el entierro de la sardina” queda reflejado toda la alegría, desenfado, y ganas de divertimento del pueblo madrileño.


Serán precisamente estos mismos sentimientos de alegría, desenfado, ganas de divertirse y disfrutar en compañía de los demás,  lo que esta asociación de amigos cofrades ha seguido manteniendo hasta nuestros días, realizando año tras año el entierro de la finada sardina, haciéndose depositaria de tan popular y  arraigada tradición de esta ciudad (incluso de forma velada en los años de prohibición de carnavales)


Será a finales de la década de los 60 cuándo este grupo de amigos siguiendo el espíritu  de nuestro primer presidente Don Serafín Villén,  (tolerados de nuevo los carnavales), le darán un carácter más oficial a la asociación, registrándola en el Ministerio del Interior y con posterioridad y por los sucesivos presidentes en los nuevos registros Autonómicos y Municipales.

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